viernes, junio 28, 2013

Fin de curso

Siempre hay que saber cuándo una etapa llega a su fin. Cerrando ciclos, cerrando puertas, terminando capítulos; no importa el nombre que le demos, lo que importa es dejar en el pasado los momentos de la vida que ya se han acabado
(Paulo Coelho)

Aunque ha sido un curso de comienzo de mi nueva etapa en un nuevo cole, también ha sido un curso de cerrar puertas, de terminar capítulos de un momento estupendo de mi vida, pero ahora que el curso llega a su fin me doy cuenta que hay etapas que no llegan a cerrarse nunca, que siempre les dejamos una rendija por la que no perder el contacto y que yo estaré siempre unida a la formación aunque ahora sea en el "otro lado".


Pero desde luego, ha sido un año de comenzar de nuevo, con momentos duros, pero también emocionantes y hoy cuando cerraba la puerta de mi clase, todo recogido, en silencio, no he podido evitar una sonrisa de triunfo.
El mismo recinto, las mismas mesas viejas, las mismas paredes sucias, pero que distinta la forma en que al despedirme hoy yo la he visto.
A lo largo de este curso he tirado muchas cosas, papeles, libros de texto, cuadernillos que se almacenan en tierra de nadie, amarillos incluso, y es que siempre me ha resultado incomprensible la capacidad de acumular cosas viejas que tenemos cuando los espacios son de todos y pareciera que no son de nadie.
Pero también hemos añadido cosas nuestras.
Lo mejor nuestra biblioteca que me recibió desnuda y hoy me despedía llena de libros un poco más sabios de tanto como mis niñas y mis niños les han enseñado.
He tenido todo el tiempo la sensación de estar demasiado atada a la costumbre, de que iba a ser muy difícil romper rutinas, he tenido momentos de cierta desesperanza.
Pero hoy al acabar y hacer balance me doy cuenta que no importa ir lento, sino ir hacia adelante y al final creo que puedo estar contenta.
Inicié nuestro blog de aula con mucha ilusión, pero pensando que eran muy pequeños y que nuestras familias no tienen internet en casa y hemos acabado con la sorpresa de que de un modo u otro casi todas las mamás y los papás nos han dicho que nos visitan y que les gusta mucho lo que hacemos.
En los primeros días ¡¡cuánto trabajo costaba que hablaran!! y al final hemos hecho cosas muy interesantes con el lenguaje oral: nuestras recomendaciones en kuentalibros, nuestras exposiciones sobre las plantas, nuestras entrevistas y hasta nos atrevimos con el teatro.
Pasamos de tener mucho miedo a escribir algo a escribir de todo y hemos hecho cuentos, recetas, noticias, poemas, biografías, notas...
Una de las cosas que más me alegra haber conseguido es que las familias entren al cole, creo que es una asignatura pendiente en muchos sitios y mi colegio era uno de ellos.
Empezamos con las entrevistas en el aula y después conseguimos que se aceptara la posibilidad de que viniesen a contar cuentos para el día del libro, por último el teatro que hicimos a final de curso lo pudimos representar para nuestras familias también en el gimnasio y yo estoy segura que el curso que viene vamos a conseguirlo más y mejor y por entrar hemos conseguido hasta que entren nuestras mascotas.
También me siento muy orgullosa de nuestro huerto, aunque la producción haya sido pequeña, pero el curso que viene lo haremos mucho mejor porque hemos aprendido muchas cosas que no sabíamos.
Hemos participado en proyectos con otras clases lejos de las nuestras, como nuestro trabajo con las imágenes de los álbumes ilustrados y del cine, o en el proyecto kuentalibros, también hemos puesto nuestro granito de arena en el proyecto Gloria Fuertes.
Estoy cansada, muy cansada porque la escuela agota, pero estoy contenta y llena de nuevos proyectos que salen todos de un cúmulo de errores cometidos a lo largo de estos meses.
Cierro el curso pensando que no volveré a repetir lo que hice mal que también ha sido mucho..., pero que ilusa, el curso que viene seguro que volveré a cerrar la puerta llena de errores que corregir transformados de nuevo en proyectos.


miércoles, junio 12, 2013

La Chanca camina sola hasta la escuela


Un barrio con historia, un barrio con solera, un barrio literario, un barrio cuna de grandes artistas, un barrio hacia el que escritores, artistas, políticos vuelven su mirada y su discurso para elogiar, exaltar, enaltecer, adular...
Un barrio pobre.
Con escuela, con escuelas.
Un barrio que a pesar de tanta lisonja en los papeles, en las palabras, siente a diario el peso de la penuria y el olvido.
Un barrio con escuela, con escuelas..., donde es fácil y común escuchar el manido discurso del “no se puede”.
Sin embargo, cada cierto tiempo la evidencia se empeña en gritar con coros de voces infantiles que si se puede, que la utopía no es el horizonte hacia donde caminamos sin llegar nunca, sino que está ahí, justo al alcance de la mano, que solo tienes agarrarla, que se te ofrece.
Y cada cierto tiempo llega alguien al barrio que la atrapa y la exhibe poniendo en evidencia lo fácil que es vivir la quimera del éxito en un barrio pobre.
Se puede, claro que se puede, cuando de verdad se trabaja creyendo que se puede y no en la comodidad que proporciona el discurso de “la culpa es de otros”.
Esta tarde, entre alguna lágrima fugitiva, he podido vivir con entusiasmo un cachito de esa utopía.
La Chanca camina hasta la escuela es un proyecto de un grupo de niñas y niños que cuando su maestra les deja espacio para hablar y reflexionar sobre los problemas de su barrio, deciden que ellas y ellos pueden ser protagonistas de la mejora de su entorno, en definitiva de sus vidas.
Y se lo creen, se lo creen junto a su maestra, a sus familias y unen fuerzas para avanzar hacia un barrio mejor, un barrio donde para empezar a atrapar nuevos horizontes, todas las niñas y los niños vayan a la escuela.
Y lo chillan en todos los lenguajes que se le ofrecen, con la palabra, con la imagen que les brinda una cámara, y sobre todo..., con el ofrecimiento voluntario, altruista de colaborar como acompañantes de otras niñas y niños más pequeños para que no dejen ni un solo día de ir a la escuela, dejando en evidencia esa burocracia absurda, engañosa y cara que vende que hace cuando no hace nada y que permite que en pleno siglo XXI en el "primer mundo" siga habiendo niñas y niños a quienes se priva del derecho sagrado a la educación sin que a nadie nunca le pase nada.
Y eso convence a otros mayores para unirse a la causa, para convencer, para gritar, para cantar con ellos la importancia de la escuela, de una escuela que no acaba de gustarles, pero que solo si la “okupan”, la hacen suya, la conquistan..., podrán cambiarla.
Esta tarde, he visto niñas y niños muy listos, que hablan con un discurso claro, coherente, inteligente, crítico e ilusionante, haciendo propuestas sencillas e inteligentes.
Se puede.
Claro que se puede.
Y mientras el mundo real se pierde entre burocracias absurdas llenas de excusas, en poco tiempo, pero por desgracia, cada mucho tiempo, llegan personas que se “arremangan” lo consiguen y lo muestran.
Por desgracia, duran poco, se van, las echan, o no las retienen...
Siempre queda la esperanza de que en el corazón, en el cerebro, en las entrañas de esas niñas y niños con los que ha estado luchando cuerpo a cuerpo por un mundo mejor, quede para siempre la fuerza, las ganas, la esperanza de que la utopía, si se quiere, se atrapa.