Ultimamente no pasa una semana sin que escuchemos hablar de la SGAE en los medios de comunicación.
Lo de pedir un canón a las peluquerías y los bares por escuchar la radio, sirve ya más para usar como parodia en en los programas de humor que para tomárselo en serio.
Pero el otro día escuchaba que habían pedido "el canon" a un colegio por interpretar una obra de teatro de Federico García Lorca.
No voy a cansarme en pensar calificativos, que ya se pueden encontrar suficientes en los medios, pero estas noticias me han traido a la mente una de mis alumnas de primero de primaria de hace unos doce años, Maria Elena.
Maria Elena nació en Guinea Bissau y vino a España con su familia muy pequeñita, se escolarizó en nuestro colegio con tres años y con seis tenía un dominio fantástico del español.
Era líder dentro del grupo, inteligente, amable, divertida y animosa; siempre con ganas de trabajar y emprender cualquier proyecto que pusieramos en marcha.
Me encantaban sus ojos tan azabaches como su piel y siempre llenos de chispitas de entusiasmo.
Ella decía que quería ser médico y su padre sonreía con una mezcla de satisfacción e incredulidad y decía que para eso había que estudiar mucho, y yo casi creía adivinar en su mente, "también hace falta mucho dinero".
Maria Elena no tenía libros en su casa para añadir a nuestra biblioteca de aula cuando empezábamos algún proyecto de trabajo, en realidad solo eran unos pocos los que traían libros de casa, pero luego completábamos con los de la biblioteca del centro e incluso con los de la del pueblo que nos hacía préstamos colectivos a largo plazo.
Sin embargo, un día la vi aparecer con dos libros para incluir en nuestra biblioteca de aula. Traía la mejor de sus sonrisas y toda ella rebosaba orgullo por aportar su granito de arena a nuestro proyecto.
Me dijo:
.- Maestra tengo que devolverlos en 10 días, tú me lo recuerdas para que no se me olvide que si no los llevo no me dejan coger más. Pero, no te preocupes que si son interesantes yo puedo pedirlos más días.
Después me contó su hermano mayor cómo había estado "dando la lata" en la casa para que alguien la acompañara a la biblioteca municipal para hacerse el carnet porque ella quería llevar libros a la escuela. Al final, para no escucharla más dar la tabarra su madre lo mandó a él con "la niña" a la biblioteca pública.
Maria Elena era una gran lectora y una muy buena escritora, unos dos años después ganó un concurso de poesía y cuando un periodista le preguntó por qué escribía poemas ella contestó:
.- Cuando estoy triste escribir me ayuda a ponerme alegre.
Seguro que Maria Elena comparte el Manifiesto de Jose Luis San Pedro
Yo, al igual que Mª Elena, también estoy en contra del CANON y, totalmente de acuerdo con JOSE LUIS SAMPEDRO. Un besote y Felicidades por el Blog.
ResponderEliminarCarmenP.
Hay que oponerse al principio, antes de que se hagan fuertes.
ResponderEliminarAls die Nazis die Kommunisten holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.
Als sie die Sozialdemokraten einsperrten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.
Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Gewerkschafter.
Als sie die Juden holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Jude.
Als sie mich holten,
gab es keinen mehr, der protestieren konnte
Martin Niemöller
Un artista cabreado:
ResponderEliminarhttp://blogs.publico.es/manel/1695/mas-de-lo-mismo/
Pero se le perdona porque es un buen artista y su razón tiene
Mi comentario #1597
... esto #597
ResponderEliminarPues totalmente de acuerdo contigo guapetón.
ResponderEliminarEn aleman suena impactante, pero en español también emociona:
Primero vinieron a por los judíos y no dije nada,
porque yo no era judío.
Después vinieron a por los comunistas y no dije nada,
porque yo no era comunista.
Más tarde vinieron a por los sindicalistas y no me importó
porque yo no era sindicalista.
También vinieron a por los intelectuales,
pero como yo no era un intelectual, me dio lo mismo.
Luego vinieron a por los católicos, pero no me importó,
porque yo era protestante.
Por último vinieron a por mí.
Entonces sí que reaccioné y grité,
pero ya era demasiado tarde.
No quedaba nadie para decir algo
en mi defensa.