Tutorización

Uno de los grandes descubrimientos que mejoraron mi trabajo en la escuela fue la puesta en práctica de la tutorización entre alumnado de diferentes edades y niveles educativos.
Nos llega la experiencia a través de una charla de Myriam Nemirovsky y en poco tiempo la ponemos en práctica.
La escuela actual potencia demasiado el trabajo individual y el silencio, además de buscar de manera desesperada una homogeneidad que es imposible de conseguir.
Cuando empezamos a ponerlo en práctica nos cabía la duda de si las relaciones entre alumnado mayor y menor iban a ser igual de enriquecedoras para ambos, teníamos el miedo de que para los mayores fuese una pérdida de tiempo.
Nada más lejos de la realidad, no solo no pierden el tiempo, sino que su aprendizaje se enriquece enormemente.
Las interacciones permiten que se produzcan explicaciones que ayudan de manera más acertada a los pequeños a mejorar sus aprendizajes, el interés que suscita este tipo de trabajo ayuda además a una mejor disposición para el mismo.
La preparación del trabajo por parte de los mayores los embarca en un proceso de reflexión metacognitiva que enriquece enormemente su conocimiento y lo afianza.
Uno de los primeros efectos que se produjo cuando empezamos a hacer tutorizaciones y que no habíamos previsto fue una relación diferente y mucho más rica en la hora del recreo.
De repente los tutores se convirtieron en auténticos protectores de sus tutorados y a su vez estos cuando tenían algún problema acudían en busca de su tutor.
Los mayores empezaron organizar en ocasiones juegos para los pequeños e incluso en algunos casos se produjeron espacios de juego común.
La propuesta no es nueva y no es solo aplicable a colegios de primaria, ya que en algunas universidades existen también propuestas de este tipo como por ejemplo el Plan de tutorización de la facultad de psicología de la Universidad de Murcia o el proyecto de la Universidad Politécnica de Manresa.