La importancia del aprendizaje de la lectura para una ciudadanía democrática va más allá del aprendizaje del código, de la lectura que descifra, de la simple comprensión de lo que el texto nos dice de forma obvia.
Una lectura que genere personas capaces de participar de forma plena en la sociedad del siglo XXI, exige una capacidad de análisis y reflexión profundas.
Enseñar a nuestras alumnas y alumnos a leer, significa ir más allá de lo registrado en la imprenta o en la pantalla.
Conocer el objetivo y la intención de quien escribió, analizar el contexto social en el que se escribe un texto, poner en cuestión las informaciones, aprender a validar conocimientos, contrastar contenidos con diversas fuentes.
No solo el texto escrito nos aporta información, también el formato, las imágenes, las fuentes...
Todo esto debe de tenerse en cuenta a la hora de planificar la enseñanza diaria de la lectura desde los niveles más pequeños.
Eso supone además de leer, hablar mucho en las aulas sobre las lecturas, escuchar los multiples modos y maneras de entender una lectura que tienen nuestras criaturas y permitir la manifestación de una gran diversidad de interpretaciones y de los modos por los que se llega a ellas.
No nos valen respuestas únicas y simples, porque la lectura de verdad no es simple.
Interpretar, razonar, convencer, contrastar son verbos que deberemos conjugar diariamente en nuestras aulas si de verdad queremos que de la escuela salgan personas capaces de vivir en una sociedad democrática.
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