Durante un tiempo, escribí borré y abandoné.
Y al final encontré un excusa, un tema, un modo de seguir escribiendo: mi trabajo.
En ocasiones narrar historias nos permite contarnos a nosotras mismas, porque acaban hablando de nuestra propia vida, de nuestras emociones, de nuestros deseos, nuestras aspiraciones.
Saber que lo que contemos va a quedar en algún sitio reflejado nos asegura una supervivencia del presente, de los momentos vividos, nos asegura una memoria que tal vez sin lo escrito nos falle.
Es como tener un álbum de fotos de espacios que no son físicos.
En una ocasión mi homeópata me dijo que escribiera para relajarme, también para Mª Elena escribir era una vía de escape.
Saber que hay alguien al otro lado que te está leyendo le añade un cierto deseo de no dejarlo, de seguir contándote.
Pero tienes que elegir historias y no siempre es fácil.
La de hoy no se exactamente como contarla, porque me produce rabia, pena, impotencia, sensación de ser cómplice en una farsa.
Yo ayer pensando en un macroencuentro de blogueras y blogueros locos que vamos a poner patas arriba el mundo de la educación y que vamos a llenar los centros de nuevas tecnologías que abrirán la puerta al futuro...
...Y me entero que durante más de un mes en un barrio de esos que llamamos “socialmente desfavorecido” de nuestra ciudad, en un centro de primaria las familias han dejado de llevar a sus hijas e hijos al cole debido a las malas condiciones del mismo y NADIE ha hecho nada durante todo ese tiempo, ni tan siquiera ha salido en la prensa, apenas se han enterado las personas que directamente trabajan allí, nadie ha denunciado nada, nadie ha hecho nada ¡¡¡MAS DE UN MES!!!.
¿Que hubiese pasado de suceder lo mismo en un centro de un barrio “socialmente Favorecido”?
Cada vez más “asuntillos” como este me zarandean y me hacen caer en la cuenta de que en educación nos estamos olvidando de lo importante: LAS PERSONAS.
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