lunes, julio 15, 2019

Aprehender



Hace unos días una de mis "supermamás" compartía conmigo este vídeo fantástico de José Antonio Fernández Bravo  que entre anécdotas divertidas nos cuenta cómo quienes nos dedicamos a este difícil y hermoso trabajo de educar, tenemos la tremenda obligación de prestar siempre mucha atención a lo que las niñas y niños nos tienen que enseñar. Nos tienen que enseñar cómo piensan y cuál es la lógica que utilizan porque es el camino que nos va a llevar a encontrar explicaciones a muchas cosas que de otro modo castigaremos como errores.
Además de este vídeo, también en facebook mi querida Pilar Pérez Esteve compartía con nosotros una escritura preciosa del listado de invitados al cumpleaños de "Enma con sus recien cumplisos 5 años" y no solo compartía la foto, sino que nos explicaba el sentido de esa escritura según las etapas que siguen las niñas y niños en el aprendizaje del lenguaje escrito y que investigó y nos mostró Emilia Ferreiro. También en estos días, la misma Pilar en Twitter recordaba lo divertido que resulta recopilar las anécdotas de situaciones donde las etapas que atraviesan salen a la luz en medio de situaciones de aprendizaje que no las tienen en cuenta.
Las anécdotas de las aulas podrían configurar todo un tratado de pedagogía, porque son esas historias que entre risas nos recuerdan que las niñas y los niños tienen un razonamiento que va más allá de lo que pretendemos enseñarles, nos recuerdan que nos observan, nos escuchan, nos analizan y reflexionan desde su lógica que no siempre es la nuestra. Conocer esa lógica nos va a llevar a conseguir que aprendan mejor y a darnos cuenta como nos cuenta José Antonio que en ocasiones somos nosotras mismas las que les inducimos al error, porque pretendemos que entiendan nuestro pensamiento, cuando nosotros no somos capaces de captar el suyo.
Estoy leyendo un libro de Eulàlia Bosch "¿Quién educa a Quién?" y en uno de sus capítulos que ella titula "Urgencia" nos invita a reflexionar sobre la idea del tiempo de los aprendizajes y la necesidad de dejarles "Aprehender", atrapar sus aprendizajes, cogerlos, apropiárselos, mirarlos, pensarlos, razonarlos y crear con ellos. Tener demasiada prisa en que aprendan, darles todo rápido y demasiado "masticado"  mata su creatividad.
Eulàlia habla en su libro de dejarles vivir la eternidad:

"Porque los niños cuando nacen no llegan directamente a nuestro mundo restringido, sino que nacen a la vida eterna. Su presenta, aún considerada su fragilidad, es eterno. Todavía no ha nacido para ellos el tiempo mensurable, el tiempo sometido al reloj"

No tienen prisa, tienen todo el tiempo y todo un universo que aprehender, que, no es siempre el que nosotros queremos, sino el que de verdad les interesa y les preocupa, por eso sus preguntas son tan interesantes y tan profundas que a veces las personas adultas no sabemos contestar o tenemos miedo de hacerlo.

"Nuestra prisa para que aprendan cuanto antes mejor, cuantas más cosas mejor, en lugar de protegerles, les impide dejar sus depósitos de eternidad llenos, es decir, aquellos de los que más adelante se servirá su creatividad, su imaginación, su afán de aventura y de descubrimiento, todo aquello, en definitiva que les hará singulares y al mismo tiempo receptivos a la singularidad de los demás. Nuestra prisa les resulta más un impedimento que una ayuda porque acaba poniendo límites a la eternidad"

Pero andamos en una sociedad enferma de prisa, muy enferma.
Por eso es tan importante reivindicar el tiempo de escucha a nuestras criaturas, exigir a las personas adultas que dediquen tiempo a disfrutar de lo que dicen, a entender cómo piensan y a comprender lo que sienten, que les acompañen en sus preocupaciones, escuchen sus preguntas y que disfruten de la suerte que la vida les ofrece al poder vivir la eternidad con ellas.