sábado, agosto 24, 2019

¿Atender ese cerebro mediador?




Me llega por twitter una entreviststa a Marino Pérez Álvarez catedrático de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Oviedo, sobre su libro "El mito del cerebro creador"; me llega, a la vez que ando en la lectura del libro "La palabra Amenazada" de Ivonne Bordelois", Doctora en lingüística, poeta y ensayista.
Ambas lecturas os la recomiendo enormemente a quienes creéis que esto de educar es algo importante que realmente puede cambiar el mundo. 
Dice Marino que "el cerebro no es el causante de que los humanos seamos como somos, sino que es nuestra historia acumulada a lo largo de los siglos y los diversos contextos sociales en los que crecemos lo que hace que seamos así, en este momento".
De aquí se deduce, la importancia de educar a nuestras niñas y niños en el conocimiento de su contexto presente y de su historia desde una perspectiva investigadora, reflexiva y crítica y sobre todo abrir todos esos mundos a quienes están en contextos socialmente empobrecidos.
A veces lo de socialmente empobrecidos no se refiere solo a una pobreza económica, sino a una pobreza cultural en la que la participación social no importa.
Tenemos una sociedad capaz de quejarse de políticos, instituciones y de organizaciones sociales de todo tipo, de su ineptitud o de su corrupción, en conversaciones o las redes sociales, pero que no dedican ni un ápice de su tiempo a participar de manera activa en la mejora de la sociedad en la que viven. 
Necesitamos educar criaturas que se sientan miembros de un colectivo y que quieran mejorar el mundo, que sueñen con utopías, además de saber tener los pies en el suelo. Eso conlleva educar personas con ansia de conocimiento, con deseos de comprender, con afán de comunicarse con otras personas que nos aporten, que nos muestren realidades que no conocemos. 
¡Que difícil tarea! es más, si atendemos algunos discursos, pareciera que educamos en lo contrario, que educamos en el individualismo, y en la incapacidad de mirar más allá de lo que nos interesa de manera egoísta para un placer personal inmediato, aunque eso nos lleve cada vez más a destruir un mundo, que hoy por hoy, parece ser el único con vida en nuestro universo.
Como dice Marino, se aprende de lo que se vive y nuestro conocimiento no depende solo del cerebro, sino de las prácticas sociales. Debemos entender, desde la familia como desde la escuela, la necesidad de hacerles participes de esas prácticas sociales, desde la infancia. Preparar de forma conjunta la lista de la compra o una receta de cocina en el contexto familiar, ir al cine, al teatro o al museo y hablar sobre lo que nos sugiere, nos enseña, nos disgusta de todas esas prácticas sociales y otras muchas que reflejan nuestro modo de vida.
La escuela debe igualmente abrir sus puertas y ventanas y dejar que entre el mundo en sus aulas, de manera que los números de las matemáticas tengan referentes de "la vida, vida" y las palabras habladas o escritas sirvan para mejorar el mundo.
Más horas de lengua o matemáticas para mejorar los "Informes y Evaluaciones" nacionales e internacionales. ¡Tremendo error! La lengua o las matemáticas van implícitas en la geografía, en la historia, en el arte, en la música, en la filosofía y nos sirven para conocer el mundo, si las separamos de todo eso, se convierten en herramientas inútiles que solo pueden resultar tragables si las acompañamos de juegos de aventura con premios convertidos en puro y duro conductismo.
Los lenguajes son instrumentos que si no nos ayudan a pensar, a entender, a cambiar el mundo, sirven para poco, de ahí que su aprendizaje debería estar siempre relacionado con una actividad realmente comunicativa y que un mayor conocimiento del mismo se base en la reflexión sobre su uso en cada una de esas situaciones de comunicación, para mejorarlas.
Escribe Ivonne Bordelois: "¿Quiénes son los que toman la palabra y no la sueltan? ¿Quiénes son los  que ambicionan ser los únicos escuchados y escuchables? ¿Quiénes disponen de de los temas, los tonos y los climas que nos van arrinconando? ¿Quiénes deciden el color y el humor de nuestros pensamientos cotidianos desde el amanecer hasta la noche? ¿Quiénes se apoderan de los palcos de la ciudad y desalojan o ignoran a las voces diferentes? ¿Y quiénes somos los que aceptamos ser llevados por la manada de los discursos imperantes sin intentar valorar ni comprender siquiera el territorio que se disputa, la injusta proporción de aire y de libertad de la que somos despojados?"
Educar para no arrinconar o que nos arrinconen, para escuchar y que nos escuchen, para que no nos despojen de nuestra libertad y nuestros derechos, significa conocer quiénes somos, dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí, significa leer, escuchar, hablar, escribir, medir, contar, calcular el mundo en el que vivimos y reflexionar sobre cada una de esas escuchas, charlas, escrituras, mediciones y cálculos para analizar cómo afectan a nuestras vidas.
Demasiado trabajo, para tan poco tiempo, exige que pensemos con mucha seriedad si cada minuto que gastamos en la escuela va encaminado a conseguir esta meta y sirve a este propósito y para empezar si todas y todos  "no caben" en lo que hacemos, no nos andamos encaminando a conseguir una sociedad realmente libre, dónde se respeten los derechos de todas las personas.



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