sábado, abril 09, 2016

Doble docencia, apoyos y otras zarandajas




El viernes pasado se fue "nuestra Cati" la alumna del Prácticum de magisterio de tercero a la que echamos muchísimo de menos y estos días estoy siendo más consciente de algo que ya era:  dos personas adultas en un aula son un recurso maravilloso.
Entre unas prácticas y otras, he tenido alguien en clase casi todo el curso y eso ayuda a poder organizar mejor cualquier tipo de trabajo.
Claro está, que es maravilloso si las dos personas comparten además una misma filosofía de la educación y una buena preparación. Yo he tenido la suerte de tener ambas cosas en todas las personas que han pasado por mi aula.
Aunque esta situación no sea realmente una doble docencia, supone una posibilidad maravillosa de llegar mejor a todo el alumnado y apoyar el trabajo con pequeños grupos y tener la capacidad de escucharles y conocer mejor sus necesidades.
Porque en definitiva, de eso se trata, de que busquemos soluciones dentro del grupo y no fuera.
Sin embargo, es una lucha extenuante y son pocas las personas que se dedican a la educación y que lo tienen claro, a pesar de que la normativa si lo contempla.
¿Que ocurre entonces, para que el profesorado sea tan reacio a que se realice ese apoyo dentro del aula, a pesar de la normativa? ¿Que ocurre para que tampoco los equipos de orientación ni la inspección educativa hagan una bandera de algo tan importante?
Claro, que tener a una persona de apoyo en el aula tampoco es garantía de inclusión del alumnado con dificultades, que entre alguien en clase y se siente al lado siempre de los mismos niños o niñas para hacer un trabajo diferente o con suerte apoyar el trabajo individual que hacen el resto de la clase no es para nada un buen modelo de apoyo inclusivo.
Un apoyo inclusivo es aprovechar la presencia de adultos extra para realizar trabajos en colaboración con otros, tareas que impliquen un grado de dificultad para todo el grupo y por lo tanto potencialmente mucho más enriquecedoras, actividades en las que necesitamos hacer cosas complejas y donde la persona que acompaña al grupo sabe guiar caminos, no dar lecciones.
A veces las familias nos pueden ayudar en ese tipo de tareas y eso las convierte en más cercanas y más capaces de entender nuestro trabajo. Y como ya he dicho, el alumnado del prácticum de magisterio es un recurso estupendo: en  nuestro rincón último de medidas todos los grupos pudieron trabajar conceptos de una cierta dificultad gracias a la mediación de una maestra solo con grupos de cuatro y en esos grupos no hacía falta distinguir a nadie y toda la clase tuvo una atención individualizada.
Pero no podemos olvidar que eso son recursos temporales o voluntarios y que la administración educativa tiene una responsabilidad tremenda con esas niñas y niños que tienen dificultades de aprendizaje y a quienes cada vez está dando la espalda.
Los apoyos en el aula están cada vez más supeditados a las bajas del profesorado, que también cada vez más carga con la responsabilidad de pensar que hasta ponerse enfermo es un delito.
Necesitamos que alguien con un cierto grado de sensatez comprenda que el apoyo del alumnado y las bajas del profesorado deben de ir por caminos distintos, que docentes y criaturas tienen derechos y que no se pueden machacar los de unos cargándolos sobre la espalda y la conciencia de otros.
Es vergonzoso que bajas incluso de larga duración se cubran con profesorado de apoyo perdiendo las niñas y los niños el derecho a una atención mejor y más individualizada.
Necesitamos menos dinero en pruebas, o en programitas que hagan programaciones de 50 folios...,  y más dinero en recursos humanos.
También necesitamos profesorado preparado en gestionar aprendizajes por descubrimiento, en enseñar partiendo del error, en saber hacer preguntas que hagan pensar y en eso, he tenido la suerte de ver, que el futuro nos depara grandes docentes, si los dejan llegar a las aulas, que el sistema de acceso, también es para "echarle un rato".
Estoy segura que si ponemos el énfasis en las necesidades reales de todas las niñas y todos los niños sin excluir a nadie conseguiremos que casos como el que recoge estos días la prensa en el Rincón de la Victoria de Málaga no llegarían a producirse y no solo conseguiríamos mejorar la educación del alumnado con algún tipo de necesidad especial, sino también del resto del alumnado que aprende no de "las lecciones con moralina que oye" sino de las situaciones reales que vive y que crecería rodeado de una comunidad educativa que respeta los derechos de todas las personas sin importar su inteligencia o capacidad en cualquier otro ámbito.
Necesitamos escuelas abiertas, y para nada escolarizaciones al margen de la institución escolar y últimamente los pasos hacia la segregación de los más débiles crecen tristemente a pasos agigantados.