La escuela está llena de anécdotas,
la mayoría de ellas las acabamos olvidando y otras las mantenemos siempre ahí,
como recuerdo imborrable de que educar tiene su punto divertido.
Pero sobre todo las anécdotas que
suceden en nuestras aulas, muchas veces, son auténticos tratados de pedagogía
si sabemos mirar más allá de lo divertido.
La última que os puedo contar en
mi clase sucedió el día 20 de noviembre Día Internacional de los Derechos de la
Infancia.
En mi cole propusimos hacer una
especie de puzzle con cajas. A Cada clase se le asignó un Derecho y se le pidió
que decorasen la clase con algo alusivo a ese Derecho: palabras, fotos, dibujos…
Con todas esas cajas íbamos a
construir el “castillo de los Derechos de la Infancia”.
En mi clase nos correspondía el
Derecho a la protección de la Infancia y realizamos otras actividades que
podéis ver en nuestro blog de aula, una de ellas fue escribir en parejas como
contar a nuestras familias en el blog que era el 20 de noviembre.
De pronto me encuentro con que
una pareja ha escrito:
“Hoy vamos a contaros los
derechos de los niños y niñas. Hay niños que no pueden ir al colegio porque
tienen que cazar en una selva, por eso, “SE LE HACE UNA CAJA DE POBRES”
No pude aguantar la risa.
Les expliqué que la caja que
acabábamos de forrar no les servía de nada a los niños que tenían que trabajar
para ayudar a sus familias y que era solo como un juego para celebrar un día en
el que celebramos que esos derechos existen.
Creo que la reflexión sobre lo
que queremos conseguir con nuestras propuestas y lo que realmente conseguimos
debería de ser mucho más profunda.
2 comentarios:
Ay!!! Pero que razón chiquilla!!
jajaja si fueramos más conscientes de lo que transmitimos muchas de las actividades que hacemos dejaríamos de hacerlas.
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