miércoles, marzo 21, 2012

Día mundial de la poesía




Hoy es el Día Mundial de la Poesía y para celebrarlo me apetece compartir un poema de un libro que descubrí hace poco y que me encantó, se trata de "la mujer precipicio" de la Princesa Inca (Cristina Martín)







No son palabras sino gritos
Que la poesía haga daño. Que meta la mano hasta arrancarte el estómago.
Que la poesía no sea hermosa ni nos haga acudir a teatros, a salas de actos pulidas y con sillas en fila.
Que la poesía provoque el vómito, la fiebre, que no nos deje dormir en mitad de la noche.
Que no venga después de ella el amor, la calma o una cena,
que venga el hueco, la vigilia, el laberinto, el vagabundeo sin origen ni final.
Que no haya final después de ella, que agarre los ojos y los vacíe
para poder ver más allá de ellos.
Que ensucie la boca, el agua, la sangre, que bese la derrota,
que rasque la costra de la herida para que sangre.
Que duela, que duela hasta quebrar la hipocresía, la apariencia,
que queme, que no sea un canto, ni un suspiro,
que tenga la fuerza rabiosa de la vida. No cantos sino gritos.
No son palabras sino gritos lo que pongo ahora en tu mano.
Repito: no son palabras sino gritos lo que tienes ahora en tus manos.
Vacíos del existir. Gritos. Insomnios parecidos. Gritos.
No hay álamos ni brisas... Ni paisajes, ni amor, ni nostalgia.
Gritos.
Te grito al oído que me duele el mundo hasta casi morir.
Son gritos, te repito, no palabras, lo que escribo aquí.
Y no es la poesía un lugar donde yo jugar...
Sino un lugar donde sufrir y al la vez dejar de sufrir.
Me alimenta, la necesito para vivir.


Y tal como llega la palabra llega el vómito,
y llega una paz para mi cuerpo, mis ojos,
para mi alma-vientre dolorida...
Llega una paz para mi cigarro hundido en la piel, la paz de una mujer cenicero,
o una culebra sucia o reina, da lo mismo.


No se trata para mi de un trabajo, no me esmero, no cuadro, no perfilo, no borro, no reviso, no perfecciono.
Son gritos.


Quememos la poesía sin alma, sin dolor, sin rabia, sin verdad.
Quememos una vida sin poesía, sin dolor, sin rabia, sin verdad...
Como la pintura que se vende para hacer un conjunto con los muebles, como la música para escuchar de fondo.
Poesía de mentira, pasatiempo, osadía del hipócrita,
escultura para hacer conjunto con el mobiliario.
Poesía verdadera, vómito de gentes. Poesía que ni es poesía siquiera...
Porque la poesía es vida; solo vida...En palabras que gritan...
Es grito.
Porque os repito: no son palabras sino gritos lo que escribo.

6 comentarios:

Irene dijo...

Probablemente la poesía no sea más que vómitos sinceros de ese alma-vientre que muchos tenemos en carne viva tantas veces. Hacer poesía es poner sobre la mesa la sangre de las cosas, sin batir los grumos, lo que hace obsoleta la pretensión de hacer arte al escribir.
Siempre he creído que el verdadero arte son todas aquellas cosas exhibidas en el museo del valor, las ganas, la verdad y la auténtica vida. El arte es el alma factible. La poesía es un dialecto (de muchos) del artista. Y si la absoluta verdad es un idioma que solo se habla en voz alta, el arte es puro grito.

CARMENCA dijo...

Te gustará el libro, comunica mas allá de lo que dicen las palabras escritas y esconde esa mujer-precipicio que todas llevamos dentro.
Me encanta que pases y dejes huella.
TQ

SOFÍA dijo...

GRACIAS CARMEN.
Has vuelto a despertar en mí esa poetisa que desde pequeña llevaba dentro y a la que hace años no siento, porque voy corriendo por la vida y sólo paro a coger aliento y seguir corriendo, pero he escuchado ese grito que me ha removido las entrañas...
Es un placer SIEMPRE escucharte, leerte,hablarte...

CARMENCA dijo...

Gracias a tí por formar parte de mi círculo de grandes mujeres.

Carmen dijo...

¡Me emocionaste! El alma se me estremeció, con la poesía estoy redescubriendo, con otra mirada, mi alrededor. Me ha encantao. Gracias por hacerme pasar un ratico tan agradable. Siempre te leo, me distraes, me relajas, me enseñas, me emocionas... GRACIAS. Aunque... no siempre deje huella.

CARMENCA dijo...

Gracias a ti por ser mi amiga, mi compañera y mi maestra.
El libro merece la pena y es de los que te gusta tener cerca porque además de regalarte palabras con ellas te hace pensar